Decepción esperada

EL DISCURSO de hoy del presidente se va a reducir a una frase que le oí la noche en que preparaba un viaje a Nigeria. A la aprobación de todo en orden, él comentó: A buenas gordas, anchas vendas. El lector se imagina qué quiso decir: A buenas horas, mangas verdes (así llamaban a los soldados de la Inquisición: por el color de sus mangas). A la Inquisición se la temía. El Rajoy teme hablar. Lo hará confusamente. Sabemos lo que va a decir y lo que no. Esto sería lo más importante, pero la Magdalena no está para tafetanes. Lo que oculta, no lo reconocerá, aunque alguien se lo gritase (Bárcenas por ejemplo: «El 95 % de los donantes son PP»... «Con las gafas y este traje que te regalé estás mucho mejor»). Dirá su proyecto y el de su Gabinete que lo rodea con su falsa verdad. Hablará de la situación en que nos encontramos –malísima– y de lo que él se ha esforzado. Un trabalenguas que sirva para exponer un trabaideas que nos está llevando a la aniquilación. El precedente es el tren que se dirigía a su lugar de nacimiento… Así están las cosas. Que nadie espere otras, ni una manifestación de ruina que no aluda al descarrilamiento o lo que represente. Él es gallego y contará a su manera: preguntando. La petición de perdón no saldrá de sus labios. Las mangas verdes que deberían detenerlo no aparecerán.